José Luis Rodríguez Pitti
(Ciudad de Panamá, 1971).
Escritor,
artista visual, diseñador, gestor cultural, editor de libros y profesor
universitario, especialista en neurocomputación. Rodríguez Pittí es autor de
libros de fotografía, cuentos y textos sobre inteligencia artificial. Su obra
artística ha sido mostrada internacionalmente y su obra literaria ha ganado
premios en Panamá y España, además de formar parte de varias antologías.
Algunos de sus cuentos han sido traducidos al inglés, sueco y portugués.
Autor de los libros: Crónica de invisibles (narrativa), Sueños urbanos (narrativa), Cuadernos de Azuero (fotografía), Panamá blues (fotografía), De diablos, diablicos y otros seres de la mitología panameña (fotografía), El camino de la cruz (fotografía), Reggae Child (fotografía), Principios de simulación de redes neuronales (inteligencia artificial), y Visión de máquina (inteligencia artificial).
Autor de los libros: Crónica de invisibles (narrativa), Sueños urbanos (narrativa), Cuadernos de Azuero (fotografía), Panamá blues (fotografía), De diablos, diablicos y otros seres de la mitología panameña (fotografía), El camino de la cruz (fotografía), Reggae Child (fotografía), Principios de simulación de redes neuronales (inteligencia artificial), y Visión de máquina (inteligencia artificial).
Sitio oficial: www.rodriguezpitti.com
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Antología centroamericana de minificción Tierra Firme. Índole Editores. 2016.
Poema fugaz
Anocheciendo, tarareaba acompañado de la orquesta en
mi cabeza. Jugaba con sonidos, mientras conducía en el tranque demencial,
manipulándolos, variándolos y combinándolos a mi antojo. De súbito, se hizo el
silencio. En el estómago sentí un cosquilleo gracioso. De mi boca brotó
completo un poema. Lo vi volar hasta un árbol cercano antes de perderlo entre
miles de periquitos en medio de Vía Argentina. La música siguió, los sonidos
combinándose, mi boca tarareando.
Ahora me duele haberlo perdido
así, tan fácil, tan indolente.
El granito bermejo
El grano cambió con la fuerza inexpugnable de la
propia voluntad. De un simple y multitudinario color crema mutó a un rojo,
bermejo, vivo, único. Su destino inmutable no cambió jamás: cada ciclo exacto
aún acompaña a un millar más de granitos descendiendo por el canal del viejo
reloj de arena. Pero ahora, para quien mira atentamente, él es uno: el granito
bermejo.
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