Yolanda Ríos de Moreno
Nació en Monterrey, México, el 30 de
diciembre de 1948. Estudió bachiller de Filosofía y Ciencias Políticas en la Escuela
Abierta del TEC de Monterrey. Desde
1968 reside en Panamá. En el año 2000, registra la “Colección Leamos Juntos”, a través de la cual escribe, edita y
distribuye 12 títulos de cuentos infantiles, algunos aprobados por el Ministerio
de Educación en Panamá. Entre los más destacados son: “El Dilema del Progreso”, Panamá, 2005; “La Familia Arserini”, Panamá, 2005; “La Comarca Emberá-Wounaan. Leyenda y Tradición”, Panamá, 2006; “Glup Glup. El explorador”, Panamá, 2007
y “Cinco longorones y un camarón”,
Panamá, 2010. También publicó “Reflejos”
Poesía y prosa, 2005. FUGA Editorial, Panamá; “Destellos”, 2011 y “La
Comarca Ngobe-Buglé. Leyenda y Tradición”, 2010.
Participa en Antologías de los
Talleres de Escapistas de FUGA Editorial, Panamá con los títulos: “La Palabra. Punto de Encuentro”, 2005; “Nueve Escritores, Nueve Mundos”, 2008; “Déjame Contarte, Antología Narrativa”,
2010; Se incluye en la obra “Tiempo al
Tiempo. Nuevos Cuentistas de Panamá 1990 – 2012”, 9 Signos Editorial, 2012.
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Selección del libro Destellos. Fuga Editorial,
Panamá, 2011.
María
Se siente cada día con más angustia en
su interior. Su mente divaga, se pierde en la maraña de recuerdos sin
encontrarles ya sentido alguno. Duda si
debe decirlo a su familia, considera que si no lo dice, ellos no lo notaran;
que pasará inadvertida esa situación tan inquietante. Cree que si no habla de
ello, dejaría de existir.
Este último pensamiento ya aislado del
resto por olvido, llenó por entero su presente, la absorbió, logrando sólo por
unos momentos que se sintiera lúcida.
“Dejaría de existir”.
Lucida en su propia concepción del
vocablo, pues se enfrascó en el hecho, simple y llano de… dejar de existir,
desaparecer para siempre.
Con ello se esfumaría la bruma
incierta de su mente, los esquivos fantasmas de su cansancio pero, sobre todo,
terminaría el profundo dolor que le causaba el recuerdo de su joven amado.
—
¡Sí!
Eso es lo que realmente quiero –se dijo resuelta– eso haré…
Rinconcito
veraniego
Quien
tiene la dicha de encontrar uno de estos
rinconcitos,
conoce la apacible belleza de este país.
Los
hay por doquier; están allí, para ser descubiertos,
disfrutados,
compartidos.
Lo
difícil no es encontrar el espacio, sino el tiempo.
En
esta encrucijada de contrastes y mezcolanzas.
Crisol
de culturas ajenas, templo de creencias diversas.
Panamá,
¿quién te pertenece?
La
persona que no ama a su patria la deteriora.
¿Por
qué hemos perdido el amor hacia ella?
Si
este lugar es bello, es porque aún no ha llegado
la
mano descuidada, displicente o transformadora,
a
éste, mi rinconcito veraniego.
Panamá,
¿quién te pertenece?
La
vorágine del trabajo te envuelve,
te
sofoca, te irrespeta.
El
descuido humano te aniquila,
y
opaca en seguida tu hermosura.
Panamá,
¿quién te pertenece?
Si
se incluye en este instante, como yo.
¡Reclame
en su lamento!
Por
ver en la ciudad el cruel ultraje,
que su tierra, ha recibido.
Instante
Y
su madre dijo: “Lo sentirás varias veces, sufrirás mucho más, ya veras”.
Sin
embargo, decidida, partió junto a su esposo a conocer nuevas y lejanas tierras.
Su
vida transcurrió normalmente durante muchos años, aunque en varias ocasiones,
en su mente saltaba inquietante el recuerdo de aquella sentencia, sin
comprender aún su significado.
El
nacimiento de los hijos no se hizo esperar y así, fueron llegando uno a uno
para llenar su hogar de felicidad. Tuvo tres varones que absorbieron por
completo su vida. Cada uno, un universo diferente: personalidad, carácter,
acción y dirección. La madre encontraba
muy difícil ser guía para tan diferentes caminos; queriendo siempre unir, se
dividía; procurando encausar, se descarrilaba. A lo largo de su vida, fue
recibiendo las diferentes sensaciones que da el imprevisible destino. Llegó el día en que partió el primero de sus
hijos a perseguir su sueño personal, una vida diferente, desafiante.
Ese
fue el instante en que sintió el desgarre de su corazón y, aterrada volvió la
mirada hacia sus otros dos hijos.
Visita
No era la primera vez que entraba a un
hospital, pero en esta ocasión el corazón se me encogía a medida que avanzaba
por el pasillo central frío y austero, como todo lo que ocurría ahí dentro.
Al llegar a la salita de estar, me
encontré con Anita y sus hijos, todos con cierto aire de fatalidad, tristeza y agobio. Me extrañó la forma tan directa y meticulosa
en que Anita me empezó a detallar como ocurrieron los acontecimientos que
habían llevado a Pablo a la mesa de cirugía.
—No había dolor –dijo secamente–. Sólo note lo torpe de sus movimientos, llamé
al compadre Dionisio para que me ayudara con él, pues no podía cargarlo. Pero en vez de venir a mi, corrió al teléfono
y llamó a la ambulancia.
—El doctor –continuaba diciendo sin
mostrarse alterada–, terminó la operación ya, duró cuatro horas, las que no dejé
de rezar. Pero ven, pasa a saludar a
Pablo.
Yo no comprendía cómo podía tener
tanta coherencia en momentos tan traumáticos, pues una operación de tumor
cancerígeno en la cabeza es sumamente delicada, tal vez, con una desgracia tan
grande venga alguna resignación especial que no he experimentado.
Tuve que hacer un esfuerzo inmenso
para contener las lágrimas al ver a Pablo tan demacrado, con varias sondas y
cánulas por su cuerpo, mascarilla de oxígeno y máquinas que medían su pulso y
latidos ya muy tenues, en esa pequeña y sombría habitación. Pero la esperanza que Anita demostraba en
todo momento me ayudó a sobreponerme.
Cuando tomé la mano blanquecina de
Pablo, y él logró reconocerme, dijo con dificultad, pero con un brillo
destellante en su mirada.
—Has… llegado tarde…, amiga…, ya mis
hijos… llegaron primero… por su herencia.
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De
la Colección Leamos Juntos, Panamá, 2006.
LA FAMILIA
ARSERINI
Cuento
infantil
—
¡Mami, mami! ¡Levántate tienes que llevarnos al colegio! ¡Vamos, vamos apúrate,
ya quiero llegar! –gritaba alborotando a toda la familia el pequeño Darío
Gansito, quien acababa de cumplir 3 meses e iniciaba su asistencia a la
escuela. A diferencia de sus hermanitas,
él estaba muy entusiasmado con ese evento.
Darío
no tenía idea de que asistir al colegio le demandaría una serie de
responsabilidades y adaptaciones a su nuevo ambiente. En casa, su trato con Mamá Gansa, le permitía
el desarrollo de la expresión y la auto-preparación para comunicarse con los
otros animalitos de la granja. Lo mismo ocurría con Papá Ganso, quien se
divertía mucho al escuchar los argumentos de su gansito al no querer tomar su
baño nocturno en el estanque.
—Me
parece que hoy no es necesario papi, porque no sudé –decía Darío Gansito muy
seguro de que lo entenderían.
—Me
parece jovencito que esa no es causa suficiente, ya que usted ha estado jugando
con sus hermanitas en el corral y sus alitas están sucias y sus patitas llenas
de gérmenes, así que no le queda más remedio que ir derechito al estanque
–ordenó Papá Ganso.
Pronto
se dio cuenta de que en la escuela las cosas son diferentes.
Un
día, la maestra Patita pidió que dibujaran en el cuaderno la figura de un
halcón y Darío, quien estaba muy ocupado haciendo gusanitos con masilla,
contestó: —No, maestra Patita, estoy muy ocupado, lo haré más tarde…
Por
lo que todos sus compañeritos siguieron su ejemplo causando un gran alboroto en
el salón.
A
menudo llevaba notas a sus papás donde la maestra Patita indicaba que había
tenido un mal comportamiento. Al
principio Mamá Gansa le preguntaba qué había pasado, pero Darío Gansito
contestaba despreocupado: —No sé mami, no me acuerdo –decía con inocencia
mientras jugaba tranquilamente con sus hermanitas…
EL ROCIO
Cayó
con timidez, como tantas otras veces. Fresca y lozana. Igual a la hojita que le brindó albergue por
varias horas. Lo hizo sobre una dura
roca que yacía al pie de un árbol, rodando por la hendidura que habían labrado
sus millones de antecesoras. Iba feliz
al reencuentro con sus compañeras, sin imaginar siquiera que su futuro sería,
en esta ocasión, muy diferente.
Su
recorrido inició, como siempre, en la tranquilidad del manantial. Avanzó junto
a otras gotitas hasta llegar al riachuelo que bajaba por la pendiente desde la
alta meseta hasta el zigzaguearte río donde desembocaban, además de éste,
muchos otros riachuelos. La corriente
era clara. Se veía muy estable, casi transparente. A pesar de su alegría la gotita se percataba,
que en el cielo, las nubes se acumulaban ennegrecidas; empezaban a chocar entre
sí, emitiendo fugaces relámpagos y, escuchaba como los truenos retumbaban
estrepitosamente presagiando un huracán.
El aguacero empezaría a caer pronto.
Mientras
recorría su marcado sendero formado por vaivenes armoniosos que refrescaban los
parajes, una fuerte y espesa lluvia cubría intermitente la zona boscosa. La corriente se tornaba más caudalosa y
agitada por la rapidez de su viaje. La
gotita, sintiéndose un poco cansada, trató de descansar
en el retén que formaban las ramas
secas en un punto de la ribera. La lluvia se prolongó por muchas horas, era ya
tal la fuerza y cantidad del agua que todo era arrastrado a su paso. Asustada, la gotita veía cómo se llevaba
cuanta cosa estuviera enfrente, golpeando duramente muros y árboles que eran
derribados como frágiles ramitas.
Ya no quería seguir pero el
torrente la empujaba en contra de su voluntad.
Saltaba y brincaba para ver si caía en tierra firme, pero no lo lograba…
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GLUP GLUP, EL
EXPLORADOR
Cuento
infantil
Colección
Leamos Juntos, Panamá. 2008
…
Glupy se siente muy solito desde que sus padres fueron devorados, junto a
muchos otros pececitos, por un enorme tiburón.
Sin embargo, no ha perdido su joven espíritu, ni la alegría y el deseo
de tener nuevas aventuras y pasa la mayor parte del tiempo junto a sus
amiguitos.
Una
mañana, mientras nadaba con su amigo el señor Aguamala, le comentó
—Quisiera
poder volar como lo hacen las aves, sería fabuloso poder conocer otros lugares,
nuevas amistades, pero ¿Cómo podría? ¿Tú crees que algún día pueda hacerlo?
—Estás
muy inquieto hoy, Glupy –dijo el señor
Aguamala preocupado.
—Sí,
es que estaba pensando cómo podría volar.
—No
creo que sea prudente hacerlo. Puede ser muy peligroso. Un pez no puede respirar fuera del agua
–contestó el señor Aguamala.
—Pero
quiero conocer nuevos lugares, y…
—Deberás
conformarte con lo que está a tu alrededor –interrumpió Aguamala, ya un poco
disgustado.
Glupy
miró a su alrededor y pudo comprobar que allí estaban sus amiguitos: Paco el
Pulpo, Landis la Langosta, Estelita la Estrella, Luisa la Lombriz y, Carlos y
Marcos los Camaroncitos con quienes jugaba todos los días; Sin embargo, él
quería un poco más… ¡Algo diferente, nuevas aventuras!...
Al
ver a Glupy tan triste, las hermanitas Langosta se acercaron a él y con tierna
voz preguntaron inquietas
—¿Por qué estás llorando?
—Es
que, ¡Snif! ¡Snif! Yo quiero volar y Aguamala me dijo que no podría hacerlo.
Las
hermanitas se miraron una a otra con cierta pena al ver la tristeza de su
amigo…
—Debe
haber alguna manera de lograrlo –dijo una de ellas…
—Sí,
debe haberla –afirmó la otra para animarlo–, la vida nos da sorpresas.
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Cinco
longorones y un camarón
Colección Leamos Juntos, Panamá. 2010
… Pues
un día me quedé observando muy atento y descubrí unas conchas oscuras y grandes
que se llaman longorones muy pegadas a las raíces de los mangles. Había dos
grandes y tres más pequeñas que resultaron ser una familia muy feliz. Papá
Longorón solía abrirse y cerrarse con mucha frecuencia y energía para atraer el
alimento necesario a sus pequeños. Ellos eran muy inquietos y juguetones.
Alegres inventaban juegos con sus amigos los camaroncitos; había uno en
especial que le gustaba acercarse más a la familia, les divertía mucho jugar
con unos globitos que se pasaban unos a otros y a veces se alejaban mucho de su
hogar persiguiendo a estas burbujas.
Ese día se alejaron más de la cuenta
y sin darse por enterados, fueron a dar a un lugar donde veían líneas de luz
que llegaban desde arriba. Eran muy brillantes y sus colores muy hermosos. Asombrados por el resplandor decidieron ir a
ver qué lo formaba, saliendo así a flote cerca de la orilla del mar. Estaban temerosos pues sentían la falta de
agua.
De
pronto, una gran mano dura y fría arrastra todo lo que estaba alrededor de
ellos.
Asustados,
con mucho esfuerzo logran unirse y se preguntaban unos a otros:
“¿Qué
es esto?”
Un
longoroncito dice:
“¡Nos
comió un pescado!”
El
otro, temblando balbucea:
“Nos
comió algo más grande.”
Y
el longorón mayor responde:
“No,
es una horrible draga”
El
camaroncito muy asustado grita:
“¡Oh,
no! ¡Corran, corran!”
Pero
ya no podían hacerlo,
estaban
atrapados dentro de la pala mecánica…
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Colección
Leamos Juntos
Reflejos,
Poesía y prosa. Panamá. 2004
ME PERMITI
SENTIR
El razonamiento es primero que
el sentimiento porque,
es Selectivo.
No
El sentimiento es primero que
el
razonamiento porque,
es Auténtico.
Sin saber cuál de estas afirmaciones
es la mejor, deseando poder decidir con buen acierto cuál debemos aplicar en
nuestra vida, es por lo que decidí sentir, dejar fluir mi sentimiento desde el
fondo de mi alma hacia la razón.
Me permití sentir
y raras sensaciones emanaron de mi
piel,
Me permití sentir
y fuertes emociones emergieron de mi
ser,
Me permití sentir
y filosas dagas entraron en mi
corazón,
Me permití sentir
y graves heridas atormentaron mi
querer.
Me permití sentir.
Mi mente perdió el control de toda
emoción,
con desagrado experimenté esta rara
sensación.
Que los actos de la vida, los perciba
de nuevo la razón
para que ya no afecten más mi seria
desazón.
¡Que ilusa!, me permití sentir.
QUIERO SER UNA ROSA
Que
adornando el jardín
se
mece al pasar la suave brisa,
que
ofrece sutil aroma a
quien
pasa de prisa,
y
con profunda raíz
se
queda inmóvil.
Quiero
ser una rosa...
Que
sin moverse ve pasando su vida,
que
recoge en sus pétalos el rocío en su caída,
y
no muestra pena ni angustia,
no
siente tristeza ni olvido.
Quiero
ser una rosa...
Que
hermosa y confiada pasa sus días
ofreciendo
tan sólo su luz y belleza
y
luego callada y sola languidece.
Quiero
ser una rosa...
FELICIDAD
Evoco
con nostalgia tu presencia.
Es
el vacío, es tu ausencia,
lo
que llena ahora mi existencia.
La
tristeza me consume,
como
leña seca de un fogón,
al
saber que ya no volverás
a
brindarme efervescencia,
ni
aquellas dulces horas de emoción.
Tu
sombra, tu recuerdo.
No
quiero que desvaneciendo vayan
el
perfume de tu cuerpo
ni
el calor de tus abrazos.
Evoco
con nostalgia tu presencia,
alegre
y reposada,
sin
aceptar que ya a mi lado
nunca
jamás podrás estar.
ES PASADO O
ES PRESENTE
Hoy
quise recorrer mi tierra
embriagar
mi vista con cactus, nopal y tuna;
bajo
el cielo ardiente de este suelo mexicano
con
el cerro, el monte, la uva y el maguey.
¡Es
mi tierra rica y productiva!
Hoy
quise recordar mi infancia,
llenarme
de inocencia, de risa,
de
ingenua ternura;
bajo
el cielo azul, abierto y despejado
remembranzas
de viajes familiares,
hermanos,
travesura.
Un
indigente, triste campesino,
montado
en su burro, arrea las mulas.
¡No
hay pasto en este llano!
Hoy
quise recobrar mi fuerza
con
la sabia nutriente de un encino;
bajo
este cielo mexicano. ¡Tan hermoso!
Hacer
un alto en mi camino.
Respirar
aire fresco, oler el sembradío.
Una
pobre india abandonada
amamanta
al niño, oculto en su reboso.
¡Le
hace falta padre a esta criatura!
Asombrada
me pregunto:
¿es
pasado o es presente?
El
progreso, en su camino se ha perdido...
¿Acaso,
habrá futuro para esta pobre gente?
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EL DILEMA DEL
PROGRESO
Cuento infantil
Colección Leamos Juntos, Panamá. 2005
…
—¡Tenemos una esperanza! –exclamó el Espavé con alegría.
—¿Tu crees que un pequeño niño podría
ser nuestra salvación? –preguntó dudoso el Roble– ¿Crees que podrá detener la
devastación de estos inconscientes? Yo,
lo dudo –aseguró con cierto disgusto.
—Yo, lej prometo que…, trataré de
impedir que loj derriben, ademá…, tengo amigo y lej pediré su ayuda.
—Eso está muy bien –dijo el Guayacán
muy contento–, les puedes pedir que siembren nuevas semillas en las orillas de
los ríos y en los parques –opinó entusiasmado.
—¡Si!, también puedes pedirles que
siembren árboles a lo largo de las carreteras, eso embellecerá los caminos
–intervino muy contento el Espavé– y arbustos con flores de colores en los
camellones que darán alegría –agregaba con ánimo.
—Pero no deben olvidarse de plantar
árboles fuertes que produzcan madera fina para la producción –añadió el Roble
contagiado ya por la euforia de sus compañeros– y llenar de flores los jardines
y balcones de las casas, seríamos un pueblo laborioso y bello, visitado por
todos.
Los tres árboles no podían creer que
tenían un futuro, una persona que podría reversar tanto daño ya causado a la
naturaleza; y llenos de regocijo cada uno fue ofreciendo, al pequeño, un
regalo.
El primero fue el Espavé que era el
más preocupado quien le prometió…
—Yo albergaré tu alegría
que llenaré de dulces trinos
y melodiosa algarabía.
Seré el hogar de la ardilla,
de la oruga y del tejón.
Llenando de ternura tu pequeño
corazón.
En
seguida, el Guayacán exaltado, no se quiso quedar atrás, pues al igual que sus
compañeros estaba muy contento de tener al fin un pequeño aliado, y obsequió
gustoso:
—Yo te ofrezco la belleza
de mis flores veraniegas,
que aún ya marchitas te harán gozar
en un hermoso manto de oro
donde puedas,
tus fatigas, reposar.
El
Roble, como siempre, más enfocado en el trabajo y la labor, no se hizo esperar
con su noble regalo, diciéndole lleno de orgullo:
—Yo captaré para ti el rocío y el
frescor.
Te ofrezco el verdor
de mis hojas, como dulce protector
de tu ingenuo descansar.
¡Mis fuertes ramas podrás podar
y con ellas trabajar! …
a………b
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